06 Nov 2009 |
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Álex Brendemühl y Eva Santolaria ruedan a las órdenes de Pau Freixas la comedia 'Herois'Sólo se oye el relinchar de los caballos y el motor del descapotable negro que se acerca al set de rodaje hasta casi derribarlo. Antes de hacerlo, se detiene, y la chica que viaja en el asiento del copiloto se pone de pie en el asiento, finge un silbido y sonríe al descubrir a alguien junto a uno de los caballos. Alguien que en realidad la espera bajo uno de los negros paraguas que mantienen a los actores a salvo del desconsiderado sol del mediodía. La chica en cuestión es Eva Santolaria y el tipo que conduce, Álex Brendemühl. Ambos protagonizan Herois, la primera comedia «nostálgica» de Pau Freixas, especialista hasta ahora en thrillers de poca monta, una vuelta agridulce a los veranos de los 80. «Es una película de aventuras, pero también una comedia romántica con un componente nostálgico importante», dice su director, que firma el guión a medias con Albert Espinosa, el artífice de Planta 4ª, tirando de recuerdos infantiles. «Los 80 de la película son en buena parte los que vivimos Albert y yo», dice, manos locas, tigretones, cinexines y petazetas mediante. La historia es el encontronazo pasado maravilloso («mágico», en palabras de Freixas) presente estresante de un grupo de amigos encarnado en sus dos máximos exponentes: Cristina y Sala. Mochilera ella, publicista al borde de un ataque de nervios, él. «Ella conserva ese espíritu de libertad que da la infancia, pero él lo ha perdido por completo», dice Eva Santolaria. A la vez su personaje hace como de espejo. Sala (Brendemühl) se ve en Cristina y no le gusta lo que ve. Un niño que se ha metido a tipo duro y que ha acabado perdiendo la cartera camino de una importantísima reunión (todas lo son en su mundo). Eso le obliga a recoger a una autoestopista (Cristina), que resultará ser una amiga de la infancia que no recuerda, y a protagonizar una road movie que tiene mucho de viaje al pasado y más de «canto a la amistad». Respecto al viaje al pasado, en concreto, al verano de 1984, el último verano de la infancia de los protagonistas, cuando su pandilla luchó por conseguir la cabaña de los deseos: una cabaña en un árbol a la que sólo podía acceder la pandilla que ganaba una carrera de carricoches. ¿El escenario? La Costa Brava. Aunque el rodaje ha pasado por Palamós, Moià, el pantano de Sau, Gavà y Canyamars, lugar, por cierto, donde se desarrolla la última escena que ruedan los adultos en la película. Porque sí, en la película hay dos mundos que se cruzan (pasado y presente), así que el rodaje también está dividido. «Hasta el 27 de agosto estaremos rodando con los niños», dice Freixas. Mientras los mayores ruedan su última escena de coche (el silbido fingido se repite una y otra vez y Guillem, el actor que espera a Eva y ante el que su personaje sonríe, sube al coche una y otra vez), los pequeños se lo pasan en grande en la casa de colonias que hay un poco más arriba, en Dosrius. Con los brazos repletos de calcomanías de mitos de los 80, como la calabaza Ruperta, sus zapatillas Victoria, sus camisetas Abanderado y sus panteras rosas, los niños, dice Freixas, «alucinan con lo que hacíamos entonces».
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